jueves, 26 de mayo de 2011

El Altar de Oro:

Opinión:


El Santuario y sus utensilios 






 (Exodo 30:1-10)
El Altar de Oro era de dimensiones mucho más reducidas que el Altar de Bronce, o sea un codo de ancho, un codo de largo (cuadrado) y dos codos de alto. Era de madera de Acacia cubierta de oro puro y nos habla esencialmente de Cristo. Ubicado frente al velo (v.6), esta legítimamente ligado al Arca y al Propiciatorio.
En el Altar de Oro el sacerdote ofrecía el perfume, mientras afuera el pueblo oraba (Lucas 1:9-10). Es una hermosa figura del Señor Jesús que presenta a Dios las oraciones de su pueblo, ya sea como intercesión, ya sea como adoración (Apocalipsis 8:3-4).
En el Altar de Oro, el Sumo Sacerdote  intercede por el pueblo, tal como Cristo en Juan 17, Hebreos 7:25 y Romanos 8:34.
Pero también al Altar de Oro puede acudir hoy el Hijo de Dios para ofrecer el incienso, es decir, las perfecciones de Cristo que suben hacia Dios. Tal es el culto, el servicio más elevado del cristiano. Es un culto que se ofrece ante todo en Asamblea (1 Pedro 2:5), pero cada uno de nosotros ¿no puede, mañana y tarde como el sacerdote con el incienso, hacer subir a Dios su reconocimiento por el Don inefable de su Hijo?.
El incienso era únicamente para Dios (Exodo 30:34-38); ni podía ser ofrecido más que en el lugar Santo y no debía ser consumido por fuego extraño, sino solamente por el tomado del Altar de Bronce (véase Nadaba y Hábil en Levítico 30:34-38). ¡Cuán importante que estemos recogidos en el sentimiento de su Presencia cuando abrimos la Palabra o nos acercamos a Dios en oración, o más aun cuando estamos reunidos alrededor del Señor en Asamblea!. La distracción, los vistazos, las lamentables sonrisas que se intercambian entre banco y banco, incluso durante el culto, son, sin exageración, una iniquidad en el Lugar Santo, nada de la carne debe ser tolerado allí. ¡Y que decir de la prisa de ciertas personas que antes de finalizar el culto se preparan para salir!.
Por otra parte, sólo a Dios, Padre e Hijo, se dirigen nuestras oraciones y nuestra adoración. En ninguna parte de la Palabra vemos que las oraciones deban ser dirigidas a alguien más. Sólo Él puede ser el objeto del culto: ¡“Inclínate a Él, porque Él es tu Señor”! (Salmo 45:11).


Willy Caicedo




http://estrelladejacob.blogspot.com/

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